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Básicamente, hay dos tipos de tratamiento para el agua. El
más sencillo y tradicional es el químico: aplicar una serie de productos que
desinfecten y conserven el agua.
El primero de ellos es el cloro. Evita que el agua se pueda
poblar de microorganismos que la “pudran”, evitando posibles infecciones y,
además, consigue el efecto de transparencia y limpieza que buscan todos los
bañistas.
La cantidad a diluir depende de muchos factores, como el
calor que haga, la lluvia que haya caído, o el número de personas que hayan
usado la piscina, por poner unos ejemplos. Como medida orientativa, se podría
decir que basta con diluir 20 gramos de cloro por cada 15 metros cúbicos de
agua, cada cinco o seis días.
Por supuesto, este producto debe echarse a la piscina en un
momento en el que no haya nadie; de lo contrario se pueden producir molestos
síntomas, como picores fuertes en los ojos y piel, o incluso quemaduras si la
concentración de cloro es muy elevada.
Además del cloro, hay tres tipos de productos más que deben
incluirse en todo mantenimiento de piscinas. El primero es un alguicida. Habría
que echar, de forma orientativa, cinco gramos por metro cúbico de agua, cada
quince días.
Otro producto es el floculante, que disolverá las pequeñas
partículas en suspensión que acumulan las piscinas por su mera exposición al
aire. También cada quince días habría que echar 10 gramos por metro cúbico.
La tercera sustancia química es un controlador del PH de la
piscina. Según los expertos, conviene mantener el agua con un PH de 7 ó 7,8. Si
el agua se hace muy ácida podría llegar a corroer algunos elementos metálicos.
Además de la química, o en vez de ella, si queremos que
nuestra piscina funcione de la mejor manera posible, la opción óptima es la
instalación de un purificador de agua en el sistema de filtración. Su
funcionamiento se basa en las propiedades del oxígeno activo o el bromo, y
sirve para eliminar hasta el 90% de los productos químicos y mantener el agua
en perfectas condiciones.
Por último, un cuidado necesario en toda piscina es la
limpieza de los fondos y paredes. Una vez que la piscina está en
funcionamiento, este proceso puede llevarse a cabo con un sencillo barredor
manual, que es una especie de aspiradora que se pasa por todas las superficies,
eliminando la suciedad que se queda incrustada, sobre todo en las junturas.
Si nuestra piscina tiene dimensiones considerables, podemos
adquirir alguno de los modelos semiautomático que se ofrecen en el mercado, o
incluso una especie de robot que limpiará nuestra piscina casi de manera
autónoma, mientras tomamos el sol tranquilamente.
Además de estos sistemas de mantenimiento, diversas empresas
nos ofrecen sus servicios para conseguir que nuestra piscina todavía esté en
mejores condiciones sanitarias, estéticas y funcionales.
Una buena parte de estos servicios tienen que ver con el
mantenimiento a largo plazo de la piscina. Por ejemplo, si observamos que las
juntas entre mosaicos presentan hendiduras, habrá que restaurar la lechada e
impedir así cualquier oquedad, que puede ser un paraíso para algas, bacterias y
hongos y, junto a ello, ensuciará la piscina.
Para un mantenimiento prolongado, además, habría que cambiar
cada tres o cuatro años la arena del filtro, debido a la erosión y
calcificación que sufren sus granos, entre los cuales quedan retenidas la
mayoría de partículas que contaminan el agua